PERDÓN
y GRACIAS (vuelta de página)
A
veces la vida enseña que no es tan importante entregarlo todo, por amor a una
causa o por una causa de amor. Es una decisión.
Lo
importante es entregarlo bien. Y esto es un ejercicio de sabiduría.
La
vida no pide permiso. Llega. Las circunstancias suelen adueñarse de todo. Desde
antes de llegar.
A
veces transcurre en espíritus triunfales de conciencias sustantivas o en éxitos
banales de almas tibias.
O frustraciones
de sueños truncados, escaso derecho y poca razón.
Pero
el amor todo lo abre, todo lo cura, todo lo cierra. No deja heridas. No da a
cuenta de lo que se recibe.
Y
no siempre al amor lo apagan los años pero sí los años van apagando la vida.
Es
una inmensa gracia cuando se lo entrega y más inmensa aún, cuando lo recibimos
en igual medida.
Solo
resta pedir perdón ante el dolor causado por la escasa sabiduría. No se expían
las culpas por sufrir en igual medida.
Lo
que queda para siempre ya se viste de adiós. La esperanza cierra heridas, abre el
corazón y un afecto sentido, manda a volar bifurcos caminos.
Se
alivia la partida del que va en busca de su razón de vida. De su derecho a un
mejor destino. Cuando
la realidad nos pone cara a cara con nosotros mismos.
Asumir
que no supe. No pude. Que fue mi exclusiva culpa. Que el hombre debe comprender
lo definitivo.
Ni
víctima ni victimario, pero inexorablemente sometido a quienes se sienten con
derecho a juzgar.
Cuando
el corazón vibra al latir de dos palabras que alivian el final: PERDÓN y GRACIAS.
No
habrá forma de pagar.
Buena
suerte!.
No
me sale decir adiós