viernes, 14 de agosto de 2009
DECLARACION DE PRINCIPIOS
1- Definición con absoluta claridad de las condiciones indispensables para el ejercicio de la actividad política y la función pública;
2- Ejes para un plan de inmediata integración y recuperación de la calidad de vida y posibilidades de realización individual, familiar y social de todos los integrantes de nuestra comunidad;
3- Definición e implementación de un plan hacia una Matriz de Desarrollo Estratégico que marque el rumbo y avance en forma certera, firme y sustentable hacia el modelo de crecimiento económico y progreso social para sentar las bases de la Ciudad, Provincia y País que soñamos para nuestros hijos;
4- Eficientización; ampliación; profundización e independización de los organismos de contralor y seguimiento de gestión, como modo de garantizar que no se produzca el más mínimo desvío de los objetivos éticos, estratégicos y de eficacia operativa y de gestión, en cada uno de los actos de gobierno y en cada una las actitudes y conductas de los hombres que las llevan a cabo.
CONDICIONES INDISPENSABLES PARA EL EJERCICIO DE LA ACTIVIDAD POLÍTICA Y LA FUNCIÓN PÚBLICA
APORTES PARA LA DISCUSION
8.- Tras 20 años de democracia está claro cuales son los sectores y personas que se han beneficiado con este proceso de degradación moral y social, como así también quienes son los grandes perjudicados. Creemos que en la recuperación de sus valores, de sus principios y de los ideales históricos que le dieron razón de ser, el Peronismo volverá a recoger la confianza y credibilidad de nuestro sufrido pueblo e inequívocamente también volverá a representar los anhelos, los sueños y la esperanza del histórico Movimiento Popular.
PRIORIDADES DE LA HORA
TEOREMA DE MILBERG
El expresidente del Banco Central de Alemania Sr. Hansmayer, una de las personalidades notable enviadas por el FMI. Para analizar la crisis argentina, acaba de concluir pública y lapidariamente que no tiene sentido brindar ayuda financiera a la Argentina -un país de relevancia insignificante a la economía mundial e inclusive para América Latina-, cuya decadencia estructural, fundada en un desquicio político y moral, la ha condenado para siempre.
Ante tamaño atropello tímidas voces de desagravio se fueron elevando gradualmente. Pero no fueron muchas.
En otros años, signados por la elevación moral y espiritual, que brindaban a la Argentina un destino de Nación pionera entre los pueblos libres y henchidos de la soberanía que solo brinda el trabajo, la justicia y progreso económico y social, todas las voces se hubieran levantado reclamando el arrepentimiento y las disculpas que no hubieran tardado en llegar.
Pero el Estado no se animó a reclamar y los pocos que lo hicieron fueron ignorados.
Por que hay una cuestión de dignidad. Y es muy triste tener que asumir que no somos dignos de respeto del mundo.
Aunque hay cosas mucho peores aún. Es hora que empecemos a asumir que tampoco somos dignos del respeto de nuestros hijos.
Acaso hay algo que valorar entre el País que recibimos y el que hoy les entregamos?.
Tal vez todavía haya alguna gota de dignidad que nos incite a preguntarnos: Que pasó?.
No sería raro que la mayoría de las respuestas que se nos puedan ocurrir tiendan a relevarnos de toda responsabilidad sobre el proceso de destrucción de la Nación que, arbitrariamente, podríamos decir se fue acelerando durante los últimos 25 años.
Nada ha sido por nuestra culpa. Han sido los Gobiernos; han sido las corporaciones; han sido los grupos de poder, externos e internos. Estamos exentos de culpa. No hemos participado.
Entonces, en manos de quién hemos dejado el futuro de nuestros hijos?. En manos de quién hemos dejado el esfuerzo de nuestros abuelos?. En nombre de qué ideales hemos desertado?.
Qué placeres superfluos; qué dioses de barro; qué fantasías efímeras; qué consumos banales?. Qué cosas pudieron haber sido más importantes que nuestro destino.
Qué individualismos; qué egoísmos pudieron haber sido mas importantes que el futuro de nuestros hijos?.
Pero nosotros no fuimos. No estábamos.
Orgullosamente independientes. Orgullosamente apolíticos. Nos sentimos capaces de construir nuestra propia historia. Individual, independiente, privada.
Indiferentes a sus consecuencias nos desentendimos del manejo del Estado para atender nuestros intereses privados. Aquí radicaba la importancia de nuestro tiempo.
En el marco de esta indiferencia culposa y complaciente de las mayorías, asistimos a un proceso de degradación del sistema político y de las Instituciones de la Democracia que, según lo ha señalado recientemente un documento de la Iglesia, mantiene al Estado secuestrado por una clase dirigente que construye su bienestar sobre el dolor y la pobreza del resto.
Se ha destruido, saqueado y devastado uno de los países mas ricos del planeta. Nuestro País y se lo ha hecho mientras nosotros estábamos en él.
Son demasiados los que sufren y muy pocos los exentos de culpa.
Si tomamos conciencia de esto. Si asumimos que el tiempo más importante es el que destinamos al interés de todos. Si entendemos que con la participación de los hombres de buena fe esto no hubiera sido posible. Entonces, estamos a tiempo; entonces aún queda dignidad; entonces, hay esperanza.
Con el compromiso que nace de nuestra convicción que hay que cambiar este sistema de injusticia y que podemos hacerlo, entonces señor Hansmayer, en nuestras acciones, en nuestros logros, en nuestra dignidad recuperada, encontrará Ud. las respuestas que le harán tragar “la insignificancia Argentina para siempre”.
Con nuestra presencia activa en las organizaciones de la comunidad, en la recuperación de las Instituciones de la Democracia y en la depuración de la actividad política, iremos construyendo el verdadero, el único, el inalienable destino común de grandeza para nuestro Pueblo, nuestra Patria y nuestros hijos.
Con este protagonismo y solo con este protagonismo, vamos a recuperar nuestro lugar en el mundo y el orgullo de nuestros hijos. Solo así.
Los profetas del fracaso, apilados a la vera del camino, seguirán recitando que “Argentina esta condenada al éxito”.
No podrán entender, mientras se esfuman sus privilegios; sus componendas y sus punteros a sueldo, que el éxito solo se funda en el compromiso social, en el trabajo y en la responsabilidad general por la construcción del destino común.
LA OTRA HISTORIA DE LOS MUNDIALES
A las puertas de la hiperinflación, el fracaso de una tecnocracia ajena al voto popular y la incapacidad para llevar adelante un proceso de recuperación nacional, se abandonaba definitivamente la idea que con la democracia se come, con la democracia se educa, con la democracia se cura, con la democracia se crece, para iniciar el proceso precursor del pensamiento que con la democracia se privatiza, con la democracia se entrega, con la democracia el estado es ineficiente, con la democracia no se puede. Del pacto sindical militar pasamos al pacto con los capitanes de la industria; la patria contratista. Se licuaban los pasivos; se esfumaba el salario real; se declaraba la impunidad y punto final a los dictadores; se vaciaban los bancos; se cerraban las fábricas. Al fracaso de un plan económico siempre continuaba el fracaso de un nuevo plan. Pasó el austral, pasó el primavera. Los sacaban creando nuevas monedas e ingeniosos desagios. El camino precursor de la corrupción se abría paso sagazmente. Los negociados de las devaluaciones por decreto creaban nuevos ricos de la noche a la mañana, mientras eran un poco más pobres los pobres y más bajos los salarios bajos. Pero no alcanzaron ni el hambre, ni el frío, ni el olor de los pollos de Mazzorin, ni la desocupación, ni la corrupción que empezaban a irrumpir en el lenguaje diario. El grito de Méjico fue más fuerte. La magia maravillosa del diego frotó la galera desde donde una estrella fugaz resplandeciente, nos elevaba a un cielo de euforia que saciaba nuestra sed de venganza ante los ingleses, a la vez que nos ubicaba en el pináculo de la gloria tantas veces negada. Allí volvimos a estar todos: engañadores y engañados; estafadores y estafados; torturadores y torturados; gobernantes y gobernados. Volvimos a poblar las calles derrochando euforias, abrazados todos juntos. Jornadas interminables que no podían reconocer final, salvo a aquellos que la realidad golpeaba en la vuelta a casa, con ojitos tristes, piecitos descalzos y ollas vacías.