PARA SER DIGNOS DEL PASADO; PROTAGONISTAS DEL PRESENTE Y CONSTRUCTORES DE UN DESTINO MEJOR.

jueves, 4 de junio de 2015

LITERATURA SUBREALISTA



CUENTOS DE FICCIÓN



Fue algo común, muchos piensan que se da con frecuencia.

Él la había visto y la había admirado. Apenas le avisaron la fue a ver. Ella estaba enferma, había sido abandonada con cinco hijos de 2 a 11 años. La fue a buscar a un hospital público decadente. Estaba anémica por una hemorragia, sola y sumergida en la angustia de no tener para alimentar, educar y criar dignamente a sus hijos.

No fué por caridad ni solidaridad. Era una gran mujer. Lo es más grande aún hoy. Una inmensa mujer. Él lo hizo por amor. Por un amor tan grande como el que le dio a ella y a sus hijos durante muchos duros años. Juntos les brindaron una infancia y adolescencia plena, con calidad de vida, educación y formación profesional.

Él no debía iniciar esa relación. Venía de mantener un compromiso con otro gran amor. No fue como debió ser pero fue. Así fué. En una turbulenta transición donde el corazón mandaba y Dios selló con hijos la irresistible intensidad del amor.

Quedò muy atrás esa triste mañana de hospital. Casi cuarto siglo ya. Hoy todos, madre e hijos, están en la plenitud de sus proyectos y de su realización. Como es propio a cada edad. El recibió en igual medida. Amor, plenitud, la gracia de Dios.

Después, uno a uno se fueron yendo de la casa familiar. Tras su formación, su progreso, sus sueños o su libertad. Una relación que empezó tarde, matizadas por las angustias, alegrías y todos los desafíos y bendiciones de un hogar con siete hijos.

Él quedó solo. También se fué. Hoy su vida es esperar la noche para en la noche esperar el día que volverá a pasar como un día más. Una perra alivia sus horas interminables, en una húmeda piecita ubicada tras un patio frío. al fondo de una humilde casa. en un suburbio no tan lejano de Paraná. Lejos del confort y zonas residenciales en otros tiempos compartidas.

Una vieja heladera, una cocina prestada, una cama, un raído escritorio, una mesa plegable de arrumbrada chapa y tres sillas, son todos sus muebles. No necesita más. Está allí por elección, no por obligación. Nada material le falta.

Sin reproches a la vida, que le ha sido tan dura como generosa, y sin sentirse víctima de ninguna situación. Él así se siente mejor.Presumiendo que la ausencia de llamados de quienes ama, son el mejor anuncio que no le necesitan y están bien. Y alli reviven en interminables días y noches todos sus sueños. .

Los sueños que se van construyendo en los esfuerzos de los hijos que de su amor llegaron; los de los amados hijos del corazón que se esfuerzan por nuevos sueños afianzados en los logros de sus primeros grandes pasos; los que se llenan de expectativa en los merecidos reconocimientos actuales a la compañera que fue su gran amor. Los grandes sueños colectivos de la Patria. Y tantos que se le apagaron en el camino pero buscan mantenerse encendidos mientras la vida se obstina en seguir.

Su teléfono celular ya no suena desde hace mucho tiempo. La vida trae ocupaciones y la vertiginosidad no da espacios para mirar atrás.

Hasta que un día, uno de éstos, su perra, sacudiendo sus huesos al costado de la cama donde duerme, cansada de esperar el paseo diario, de lamer su cara como todos los días en el único gesto de amor que aún mantiene vigente, comience a torear, regalona y consentida, cuando no haya respuestas de su cuerpo inerme.

Sus huesos irán a esperar donde esperan los NN. Un día de esos, alguien se enterará.

Él sembró su ausencia, su cosecha será el silencio. Y el tiempo seguirá su tiempo, y en un aullido infinito, el dolor del sentimiento de su perra fiel.

La inevitabilidad de la tragedia humana: toda historia de vida, termina en la muerte.

El odio, es una circunstancia que no la enriquece.